Return of the Dream Canteen: Lo nuevo de los RHCP
El 15 de diciembre del 2019, como una suerte de intento de que nos olvidáramos un poquito de la entonces todavía muy presente pandemia, los Red Hot Chili Peppers publicaron en sus redes sociales una imagen de fondo negro con texto blanco (lo que en el mundo de la música casi siempre implica un serio y contundente mensaje), el cual revelaba dos piezas de información muy importantes: La primera, anunciaba la partida de Josh Klinghoffer, guitarrista con quien habían estado 10 años y grabado sus últimos dos discos, lo que era más o menos insólito pero no inusitado por sí mismo. Y segundo, anunciaban el inesperado pero siempre añorado regreso de John Frusciante a la banda, a quien Klinghoffer había reemplazado (una situación más o menos similar a lo más reciente con Blink-182 y el regreso de Tom DeLonge y la partida de Matt Skiba).
Lo anterior implicaba muchísimas cosas pero la más importante de todas era una: música nueva. Música nueva con John Frusciante. Poco podríamos adivinar entonces que unos largos años luego, en el presente 2022 lanzarían no solo uno sino DOS álbumes, ambos con más de 15 canciones cada uno. De las mismas sesiones de su anterior y chidísimo Unlimited Love, emerge Return of the Dream Canteen, un álbum que a primera vista podría pensarse como una colección de ‘sobras’ o de canciones no tan buenas como para entrar en su antecesor pero que pronto se revela, contra ese pronóstico, como un esfuerzo si bien no incoherente al sonido que canalizaron en el otro, sí como un disco con intenciones totalmente distintas.
Mientras que en UL amasaron un repertorio de canciones que le daban la bienvenida a Frusciante de nuevo, dándole mucha oportunidad de brillar una vez más, explorando terreno conocido y construyendo desde el sonido que para bien o para mal habían dejado con su última colaboración juntos (su último Stadium Arcadium del 2006, disco igual de ambicioso que estos dos más recientes) con canciones como la hit de bolsillo Black Summer, la melódica pero explosiva The Great Apes o la taimada pero cacofónica The Heavy Wing, en este segundo disco en el año, Frusciante se aparta la mayoría del tiempo, no siendo el centro, como es de costumbre, sino una de los cuatro aristas musicales que integran la banda, nivelando su protagonismo con el de sus tres compañeros.
Lo anterior da para un balance perfecto entre el bajo incisivo y dinámico de Flea, los drumbeats incesantes de Chad Smith, la cadencia locuaz y palabrería enigmática de Anthony Kiedis más los arreglos, coros y solos explosivos de Frusciante, por lo que debe ser uno de sus discos más justos. Su primer sencillo, Tippa My Tongue, similar a Black Summer, abre el disco y pone un precedente difícil de volver a encontrar; es una canción perfecta para ser sencillo pero engloba poco de lo que se encontrará en las siguientes 16 canciones. Es su segundo sencillo, Eddie, una oda al gran Eddie Van Halen, el que sirve como mejor muestra para lo que vamos a encontrar. En sus primeros segundos recuerda inmediatamente a By the Way, tanto que nos agarrará en curva pensando que pusimos la canción equivocada, pero revela un patrón musical más inclinado a la experimentación y a prioritizar el flujo natural como banda.
Ese flujo los lleva a soltar aquí canciones que suenan como a una mezcla revisionada de todos los sonidos que han alcanzado a lo largo de su carrera. Está el funk en esteroides de Blood Sugar Sex Magik, las melodías y las sensibilidades pop de By the Way, la ambición monumental de Stadium Arcadium, y en momentos hasta la pesadez de One Hot Minute o la experimentación sónica de The Getaway. Todo esto suena genial en papel aunque en ejecución es otra cosa, entregando entre altos y bajos resultados. En sus mejores momentos sus mejores canciones brillan melódicamente y habrá uno que otro coro que nos quiera hacer cantar, como en la genial Bella o The Drummer (su tercer sencillo); en algunos otros nos inspirará a uno que otro headbanging con el coro de Reach Out o el imparable outro de Bag of Grins.
Otras canciones se convierten de inmediato en verdaderas rarezas, como My Cigarrette por ejemplo, que debe ser la primera incursión de los Peppers en lo electrónico (de agradecerle a Frusciante, seguramente) o la balada de sintetizadores La La La La La La La La. Se trata de piezas a destacar, pues el resto, aunque nunca mal, se escucha algo monótono por más pequeños detalles que alcancemos a atrapar; un efecto vocal inusual aquí, unas notas de sintetizador por allá, y no mucho más. En todo caso, Return of the Dream Canteen este año se ve como el hermano más complejo de Unlimited Love, menos bombástico y más sutil pero aparentemente más profundo. Nos guste o no, por encima de todo es manifiesto de una cosa: los Red Hot Chili Peppers con John Frusciante son la mejor versión de los Peppers que hay, y este año la rompieron al por mayor.
¿Será que los vemos en México el año que viene?
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